jueves, 9 de febrero de 2012

Mi primer recuerdo, vago, sobre la expresión corporal, o lo más parecido a ello, fue en sexto de Primaria. Debíamos inventar una coreografía a nuestro gusto en la asignatura de E.Física, sin barreras ni  limitaciones, libre, para ponerlo en escena el último día del curso. Fue divertido, y personalmente, no he tenido nunca mucho pudor a actuar ante la gente, así que disfrute intensamente.
Los posteriores recuerdos que tengo almacenados ya se relacionan con la educación secundaria en 4º de la ESO. Por grupos, también en la asignatura de E.Física, realizábamos coreografías tanto de cuerdas, como de malabares y acrogimnasia. Me gustaba realizar este tipo de actividades grupales porqué me divertía.
Realmente entré en el mundo de la expresión corporal cuando llegué al ciclo, el TAFAD, donde teníamos una asignatura relacionada directamente con la expresión corporal. Las actividades eran mucho más variadas, y en verdad, aquí sí experimenté la vergüenza por actuar delante del resto de compañeros. Se trataba de gente a la que no conocía, tan solo hacía unos pocos días. Hasta ese momento desconocía las múltiples actividades  que englobaba el mundo de la expresión.
Realizábamos teatros improvisados, desplazamientos al ritmo la música moviéndonos y transmitiendo aquello que nos hacía sentir, por parejas poníamos distintas facciones en la cara, tristeza, alegría, duda… Y por último, realizamos una actividad final individual y una grupal. En la individual me puse un poco nerviosa por ser el centro de atención, además de estar realizando una actividad que no me era habitual en mi día a día, pero al poco me puse en el papel, me concentré y me quede sola con el escenario, sin pensar en aquellos ojos que me observaban. En cambio, en la grupal disfrute muchísimo, mientras ensayábamos nos reíamos y pasábamos tiempos agradables.
Por ello, tengo un muy buen recuerdo de la expresión corporal porqué auto-superé mis vergüenzas y realicé gratificantemente las actividades planteadas, nos reíamos y nos divertíamos muchísimo cuando las llevábamos a cabo, además, creamos al largo del curso un ambiente de confianza y compañerismo, y sobre todo, aprendimos a sentir los movimientos de nuestro propio cuerpo y así nos conocimos a nosotros mismos.

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